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VENERABILIDAD DEL PADRE MARTIN DEL CAMPO

El 30 de septiembre de 2015 el Papa Francisco por medio del Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, emanó el decreto de virtudes heroicas del Siervo de Dios, el P. Juan Manuel Martín del Campo. Este decreto es el coronamiento del proceso diocesano y apostólico en vistas a probar la vida virtuosa del P. Martín y su fama de santidad. Fueron muchos los testigos que participaron y también varias comisiones a las que se les pidieron su parecer (teólogos, Obispos y Cardenales).

A partir de la promulgación de este decreto SUPER VIRTUTIBUS, el P. Martín del Campo recibió el título de VENERABLE SIERVO DE DIOS.

Recuerdo muy bien aquella audiencia en febrero de 2014 que el Cardenal Amato concedió a nuestro Arzobispo Don Hipólito Reyes Larios y a la comitiva. En esa ocasión nuestro Arzobispo agradeció al Cardenal que el estudio de la positio se adelantara. El Cardenal le dijo que era para que nuestra Arquidiócesis pudiera celebrar la Venerabilidad del P. Martín de Campo con ocasión de los 150 años de su creación canónica y de hecho antes de que terminara el año jubilar por este aniversario fue emanado dicho decreto.

La Venerabilidad es un título que la Iglesia concede a los Siervos de Dios que se encuentran en proceso de beatificación y canonización y lo concede después que se ha probado meticulosamente que el Siervo de Dios, en este caso el P. Martín del Campo, vivió en grado heroico, es decir, muy arriba del común, todas y cada una de las virtudes, las teologales, las cardinales y las conexas. El decreto SUPER VIRTUTIBUS del P. Martín es un documento de cuatro hojas, en latín y  de manera sintética pero muy atinadamente resalta algunas de las virtudes que vivió el P. Martín del Campo: como formador del seminario, como párroco, como confesor, como fundador de obras pías y como exorcista. Comienza el decreto con los versículos 3 y 4 del Salmo 51 (50) que canta la misericordia de Dios. Y es que la vida y ministerio del P. Martín del Campo es reflejo vivo de la misericordia de Dios para con los pobres, enfermos, pecadores y endemoniados.

Celebrar al Venerabilidad del P. Martín del Campo implica agradecer a Dios las maravillas que realizó en nuestro Siervo de Dios; agradecer que el P. Martín del Campo supo responder generosamente a la gracia divina y que se dejó transformar por ella; reconocer que la santidad es un don y que la vivencia del Evangelio es algo posible para el hombre. Venerable es sinónimo respetable, de honorable, de digno. Y esto lo es el P. Martín del Campo porque vivió las virtudes en grado heroico y por ello mismo es modelo de vida, camino seguro para vivir el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

Ahora bien, un Venerable Siervo todavía no ha sido beatificado y mucho menos canonizado y la Iglesia prohíbe que se les rinda culto público como por ejemplo, “colocar la tumba del siervo de Dios debajo del altar donde se celebra la Eucaristía; dedicar iglesias o capillas; poner en iglesias o capillas imágenes o cuadros del siervo de Dios; representarlo con aureola, propia de los beatos, o con corona, propia de los santos; colocar exvotos (milagros) en la tumba, o símbolos que puedan inducir a error a los fieles; conservar sus reliquias entre las reliquias de los beatos o santos”.

 No está, sin embargo, prohibido poner en la tumba flores o veladoras, porque son cosas que se suelen ver en la tumba de cualquier difunto. También está permitido repartir fotografías o imágenes, incluso con oraciones debidamente autorizadas por la autoridad competente, para pedir en privado la beatificación del siervo de Dios, o alguna gracia especial. El culto privado sí está permitido, no el culto público.

La Venerabilidad  pone al Siervo de Dios en la antesala de la beatificación y para ello se necesita probar un milagro el cual viene siendo como la firma de Dios que garantiza que efectivamente el P. Martín vivió heroicamente el Evangelio.

No nos cansemos de rezar por la beatificación del P. Martín del Campo. Imitemos sus virtudes y pidamos su intercesión para que Dios nos conceda un milagro que haga posible que la Iglesia lo inscriba en el catálogo de los Santos.

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