En otros momentos hemos hablado de la vida de oración y de piedad del Padre Martín del Campo. Quiero en esta ocasión hablar de la vida austera del Venerable Siervo de Dios y en concreto de las penitencias y ayunos que hacía. Desde luego que estas prácticas no las realizaba como una forma de autocastigarse sino como una manera de practicar la virtud de la templanza y de disponerse para el ejercicio del ministerio y en concreto para realizar los exorcismos siguiendo la enseñanza de Jesús: “Esta clase de demonios no salen sino a fuerza de oración y ayuno” (Mt 17, 21). El Catecismo de la Iglesia Católica (1809) nos enseña que la “templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar ‘para seguir la pasión de su corazón’ (Eclo. 5,2; cfr. 37, 27-31). El Padre Martín supo vivir todo esto.
La Hermana Petra Valdés, testigo “de oficio” en el proceso diocesano, nos compartió el siguiente testimonio: El Padre Martín “nunca buscó comidas o bebidas especiales, tampoco golosinas, al contrario, muchas veces con la comida hacía sacrificios de amor a Dios, por ejemplo, revolvía frijoles con café con leche y fruta picada, hacia una tortilla en taquito y con cuchara disfrutaba su rico platillo”. Hay otra religiosa, la Hermana Carmen Ruiz que nos dice que el Padre Martín para mortificarse “revolvía la comida” y en ocasiones invitaba a las religiosas a hacer lo mismo, desde luego sin obligar a nadie. El café con leche se antoja con un rico pan más no con papaya o mango picado. Un taco de frijoles se antoja pero un taco de sandía, no. Así era el Padre Martín. Agrega la Madre Petra: “Sí cumplió con los ayunos que la Iglesia nos manda y también en otras muchas ocasiones acostumbraba a ayunar. De esto yo me daba cuenta en las misiones. En cuanto al sueño dormía poco porque varias horas de la noche las pasaba en oración. La casa que le prestaban para vivir era sencilla, y con lo necesario para vivir, yo diría dignamente no cómodamente, lo que sí bien recuerdo es una habitación que él utilizaba para hacer oración y para atender a los posesos: había un Cristo y una imagen de María Santísima de pie en un jardín de Azucenas, la Sagrada Escritura y su rosario. Su ropa siempre fue muy sencilla. Su automóvil siempre fue un Volkswagen que traía por años, pues era su único medio de transporte sobre todo para ir a las misiones…”
Otra testigo muy cercana al Padre Martín, la Srita. Bertha Florinda también nos habla al respecto. Así afirma: “Era de buen comer porque su constitución física así lo pedía, pero no acostumbraba nada especial, comía cosas sencillas que Dios nos mandaba cada día. Hacía el ayuno que manda la Iglesia y también ayunaba cuando iba a recibir alguna persona posesa. Normalmente dormía seis horas y si en el día podía dormía algunos minutos. Su ropa era muy sencilla y casi siempre se la regalaban. Si estrenaba era por la necesidad de la talla especial que usaba, no permitía adornos ni lujos en su habitación, solamente tenía un rostro de Cristo, pintado por su mamá. Tenía un Volkswagen que le regalaron y que aceptó para poder servir con más prontitud…” Ella misma nos comparte que cuando tenía programado un exorcismo ayunaba deliberadamente pero en varias ocasiones llegaban de improviso y el Padre Martín, al final del rito, decía sonriendo “¡Este exorcismo fue con oración y sin desayuno!”
Estamos llamados a practicar la virtud de la templanza. Hay muchos demonios que nos rodean que solo pueden ser vencidos con oración y ayuno. Así le hizo en Padre Martín del Campo.