Ya en otros momentos se han reportado algunos casos de exorcismos realizados por el Padre Martín del Campo. En esta ocasión reproduzco dos casos de entre los muchos que se pueden mencionar. Bertha Florinda fue testigo de ellos como de otros casos.
“Cuando el Padre vivía en la calle de Juárez, en Xalapa, una mañana varios hombres bajaron de una camioneta de redilas a un joven de aproximadamente 24 años, procedente de Carrizal. El endemoniado gritaba furioso, intentaba morder a los que lo sujetaban, se arqueaba y trataba de soltarse de ellos. Su mirada era vaga y su aspecto general de un enfermo mental. Lo metieron a la casa y lo sentaron en un sillón que a propósito tenía el Padre Martín. No lo ataron, sino que los mismos hombres lo sostenían fuertemente. Dice Bertha que su intervención era rociarles agua bendita, lo cual hizo y el joven gritó: ‘me quema… me quema’. Todos los endemoniados reaccionan de la misma forma al ser rociados con agua bendecida.
El Padre con su ritual en la mano empezó a orar y dirigiéndose al maligno decía: ‘En nombre de Cristo te ordeno que salgas’. Así lo hizo varias veces, hasta que el enfermo se fue tranquilizando poco a poco, finalmente se desmayó y durmió. Cuando el Padre Martín exorcizaba se concentraba en sus oraciones y no miraba al paciente. Bertha volvió a rociar al joven que dormía, y al no protestar, se acercó al Padre Martín y le dijo: ‘ya Padre…, ya salió’. Entonces él dejó de orar. Minutos más tarde el joven exorcizado despertó y tranquilamente se puso de pie, miró a su alrededor un tanto desorientado y sin decir palabra alguna caminó hacia la puerta seguido de sus familiares. Abordaron la camioneta y emprendieron el regreso a su lugar de origen.
Dice Bertha que por lo general eran pocos los pacientes que regresaban después de haber sido atendidos por el Padre. Este joven sí lo hizo en compañía de hermanos y otros familiares. Hablaron con él y le pidieron que los bautizara porque este sacramento no lo habían recibido. El Padre los envió con su párroco, quien pocos días después los bautizó”.
El otro exorcismo es el siguiente:
“De este caso tuvo conocimiento primero el padre Quintín López quien solicitó al Padre Martín fuera a exorcizar. Salimos los tres (los Padres Martín, Quintín y Bertha) y nos dirigimos al barrio de San Bruno. Desde antes de llegar a la casa se oían unos gritos no de una mujer sino de hombre, es decir su voz era grave y ronca. Al entrar al cuarto me sorprendí al ver que se trataba de una joven de aproximadamente 20 años que estaba en la cama, amarrada y desesperada. Al ver al Padre Martín gritó con esa voz hombruna: ‘ya vino el chillón del Martín’. Esto nos desconcertó, más a mí, porque en primer lugar ella ignoraba que íbamos a ir, en segundo no conocía al Padre Martín, pero lo más inverosímil fue el epíteto de ‘chillón’. Lo único que recordé en ese instante fue que esa mañana cuando el Padre Martín ofició la Misa había llorado como jamás lo había hecho.