Author picture

EL DON DE BILOCACIÓN DEL P. MARTÍN DEL CAMPO

El término bilocación tiene sus raíces en la lengua latina bi (dos) y locus (lugar) y designa aquel hecho por el que una persona puede estar en dos lugares al mismo tiempo. Se trata de un hecho sobrenatural porque dada la unidad de la persona ésta no puede estar en dos o más lugares simultáneamente. Rompe con todas la leyes de la naturaleza. Sin embargo, la espiritualidad cristiana reporta casos en que sí es posible el que una persona esté en cuerpo y alma en dos lugares a la vez y  ha habido grandes santos a los cuales Dios les concedió este don. Pensemos en San Francisco de AsísSan Antonio de PaduaSan Alfonso María de LigorioSan Juan BoscoSan Pío de Pietrelcina. A este último en una ocasión le preguntaron en qué consistía la bilocación a lo cual respondió que era “una extensión de la persona”. Se habla de bilocación meramente espiritual y de bilocación en cuerpo y alma a tal grado que los beneficiados pueden hablar y tocar físicamente al bilocado.

En lo personal tenía mis dudas sobre si el P. Martín del Campo se bilocaba pero como dice aquel refrán “cuando el río suena, agua lleva” entonces me di a la tarea de investigar un poco al respecto. Un testigo cualificado en el proceso diocesano afirmó lo siguiente: “he oído de personas de las cuales uno puede fiarse que el P. Martín se bilocaba”.

Reporto a todos ustedes tres casos que hablan de este don del P. Martín del Campo. Omito nombres para salvar la privacidad debida y cambio un poco la redacción pero el contenido fundamental  se conserva. Los testimonios se encuentran en las oficinas de la causa y provienen de personas fidedignas.

“En el año de 1982, en el mes de noviembre el P. Juan Manuel se encontraba realizando una misión en Soledad Atzompa ubicado en la sierra de Zongolica acompañado por dos hermanas religiosas. En esos días se presentó en las oficinas de la economía diocesana (que se encontraban en ese entonces en Catedral) una señora preguntando si podía pasar a la sacristía para hablar con el P. Martin. La religiosa que la atendió le dijo que era imposible porque el P. Martín no se encontraba en Xalapa sino en una misión en la sierra pero la señora le dijo que no era cierto porque esa mañana había hablado con el P. Martín y le pidió que fuera a medio día a Catedral a buscarlo. Sin hacer caso de la indicación de la religiosa la señora se fue para la sacristía. La hermana siguió con su trabajo habitual y hasta se olvidó de la señora. De repente irrumpió esta mujer en las oficinas mencionadas y le manifestó a la religiosa: ‘ya ve, se lo dije, el Padre Martín me estaba esperando en la sacristía’. La señora se salió inmediatamente. Cuando terminó de trabajar la hermana religiosa se dirigió a su casa y al llegar preguntó si las hermanas que andaban con el P. Martín ya habían regresado y la respuesta fue: ´cómo cree que anden por aquí si están en la misión y dicen que está muy lejos’. La religiosa se quedó estupefacta”.

El siguiente testimonio ocurrió en los últimos días del mes de julio de 1996 cuando el P. Martín se encontraba en la fase terminal de su enfermedad. Él murió el 13 de agosto de ese mismo año y llevaba varios meses sin poder salir. El testimonio es el siguiente:

“A finales de julio de 1996 mi tío, hermano de mi madre, se enfermó y fue hospitalizado en el área restringida de la clínica 11 del IMSS. A su cuidado estuvieron mi tía y mi madre, una permanecía toda la noche y la otra toda la mañana haciendo el cambio entre ellas por medio de la tarjeta que dan en el Seguro Social para que solamente una persona permanezca junto al enfermo. En los cambios de turno los demás familiares pasábamos a saludar al tío enfermo. Un día mi mamá al ver el estado físico tan decaído de mi tío le dijo que si quería podía llamar a un sacerdote para que se confesara  y estuviera en paz con Dios a lo cual respondió mi tío: ‘Gracias pero acaba de venir a platicar conmigo el P. Martín del Campo y ya me confesé con él´. Mi mamá se sorprendió porque nadie vio al padre llegar y además porque sabíamos que el P. Martín ya tenía días en cama y no salía de su casa. Mi tío insistió: ‘Sí, aquí se sentó en la cama a platicar conmigo’. A finales de julio mi tío falleció y cuando supe del fallecimiento del P. Martín del Campo y que sus restos estaban en Catedral fui a despedirme de él y a agradecerle que visitara a mi tío en sus últimos días para darle la absolución”.

Este otro testimonio es muy corto y proviene de Coatepec, Ver., donde el P. Martín fue párroco durante muchos años. Quien da testimonio es una señora que apenas sabe escribir: “En un hogar tenían una discusión muy fuerte la pareja, a tal grado que el señor estaba golpeando a la señora. En el momento de los golpes  se apareció el P. Martín a defender a la mujer. Al día siguiente muy de mañana fue la esposa a darle las gracias al P. Martín y este le dijo que él no había salido, que estuvo en su casa”.

Desde luego que este don que Dios le concedió al P. Martín del Campo habla de su vida virtuosa, del alto grado de oración que tenía y concluyo, leyendo estos testimonios y otros parecidos que están archivados, que siempre los momentos de bilocación del P. Martín fueron en orden del ejercicio de la caridad pastoral. Ojala que cada uno de nosotros, sin tener el don de la bilocación, si nos hagamos presentes en aquellos lugares donde es necesario ejercer el precepto de la caridad fraterna.

Comparte este escrito