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EL JEEP DEL PADRE MARTIN

El Padre Martín del Campo fue párroco de San Jerónimo de Coatepec, Ver., del año 1960 al 1970 donde se ganó la estima de sus feligreses. Al estar ahí tuvo la oportunidad de que vivieran en el curato sus padres, don Manuel y Doña Anita, además su nana Petronila y la Sra. Reina. Estas dos últimas eran como de la familia. Don Manuel tuvo a bien regalarle a su hijo un jeep, un Willys, de esos de buen fierro y de doble tracción. No sabemos el modelo, pero eso sí, era un jeep ya usado. Este tipo de coches ya no se ven tan frecuentemente. Son más bien de colección. Este jeep le sirvió para atender pastoralmente a la parroquia de San Jerónimo y otras comunidades. Con él iba y venía anunciando la paz y las buenas noticias. El mismo Padre Martín le comentó al Dr. Fausto Morales lo siguiente: “Cuando tenía el Jeep que papá me obsequió, los fines de semana lo llenaba de niños e íbamos a pasear. Ellos me pedían que abriera el escape, pues les encantaba que hiciera mucho ruido, yo los complacía. Claro que esto lo hacíamos en las afueras de la ciudad, porque adentro había que respetar las normas de tránsito.”

Así lo conoció muchísima gente, entre ellos el Padre Sotero Domínguez. Afirma el Padre Sotero: “En 1967 me entrevisté con él (con el Padre Martín) porque iba a entrar en el Seminario. Un poco antes le ayudaba a manejar su jeep dado que era un poco nervioso para conducir”. Llegó inclusive a tener un percance como nos cuenta el Padre Alvarito: “En una ocasión se accidentó con su jeep y estuvo encamado. Todo mundo lo ayudó y me dijo que la Divina Providencia era su banco. Estaba convencido de la Providencia de nuestro Dios”. Hubiera manejado el Padre Sotero.

La Hermana Liboria, la Superiora de las Misioneras Adoratrices Eucarísticas,  recuerda muy bien el jeep del Padre Martín pero nos dice que era un jeep viejo: “En Coatepec usó un jeep muy viejo para el servicio en las comunidades…y decía: ‘No lo cambio ni por el carro más moderno que me den´. En sí, nunca usó vehículos de lujo…. el Padre Martín del Campo practicó la virtud de la pobreza y la virtud de la caridad en forma extraordinaria,  inclusive él mismo usó ropa  muy sencilla y hasta  el jeep que manejaba para ir a los pueblos era muy viejo”.

El Padre Javier Hoyos, originario de Coatepec, también conserva gratos recuerdos del Padre Martín y su jeep: “Conocí al P. Martín durante mi niñez cuando él era párroco. Lo recuerdo en las calles de Coatepec con su famoso jeep y siempre se hacía rodear de muchos niños. Traté al P. Martín unos dos años siendo él párroco, después en el seminario menor ya que el Rector lo invitaba a confesar y de hecho fue mi confesor… Después lo traté en el ministerio sacerdotal. La imagen que se recuerda de él en Coatepec es con su jeep lleno de niños y las bolsas de sus pantalones llenas de dulces para repartirlos. En lo que yo lo conocí fue un sacerdote respetuoso y obediente para con su Obispo”.

El Padre Lino Larios, tío de Mons. Hipólito Reyes Larios, con mucho realismo afirma: El Padre Martín “era sencillo, pobre, desprendido y por lo mismo no tenía lujos, vivía despegado de los bienes materiales los cuales inclusive hasta los regalaba. Tenía un cochecito jeep, todo destartalado”. Además de viejo el jeep estaba dado al catre.

Pues con este jeep Willys, viejo y destartalado, el Padre Martín recorrió toda la parroquia de San Jerónimo de Coatepec y circulaba a la velocidad que le permitía su carcacha pero cumpliendo la profecía de Isaías: “Que hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que anuncia la paz…que trae buenas noticias” (Is 52, 7).

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