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EL PÁRROCO SANTO DE SAN JERÓNIMO

El Padre Juan Manuel Martín del Campo llegó  como vicario parroquial en el año de 1959 a San Jerónimo de Coatepec, Ver., y en el año de 1960 fue nombrado párroco de esta comunidad  y en este oficio permaneció hasta 1970. A su llegada a San Jerónimo el V.S.D. Juan Manuel contaba con 42 años de edad. Como San Juan María Vianney  el P. Martín se entregó al pastoreo de su querida parroquia que fue la única y lo hizo con muchos frutos espirituales. Es cierto que atendió otras comunidades  pero en calidad de vicario como San José de Xalapa en el año de 1956. Ya decíamos que fue vicario de San Jerónimo en el año de 1959. También fue administrador parroquial de María Madre de Xalapa, Ver., en el año de 1985. Fue también capellán de la Iglesia de El Dique de 1948 a 1953 y a él le tocó rescatar este templo de manos masónicas y sindicalistas. Fue capellán de la Iglesia de San Isidro de Xalapa, Ver., en el año de 1986. También fue rector de los templos de Santiaguito en el año de 1993 y de la Divina Providencia de los años de 1994 a 1995, templos ubicados en esta ciudad de Xalapa, Ver. También atendió otras comunidades como “apaga fuegos”, por ejemplo San Miguel Arcángel de Las Vigas, Ver., San Diego de Alcalá de Otates, Ver., y otras tantas. En todas estas comunidades ejerció el ministerio sacerdotal pero como párroco únicamente en San Jerónimo de Coatepec, Ver.

En esta Arquidiócesis de Xalapa, en los actuales nombramientos de párrocos, el decreto mediante el cual el Arzobispo hace la provisión canónica del oficio, se funda en el canon 515 y en los cánones siguientes. En estos cánones se resalta que el oficio de párroco se debe ejercer bajo la autoridad del obispo diocesano; que el párroco es el pastor propio de la parroquia; que su ministerio es una participación del ministerio de Cristo; que en la comunidad debe cumplir las funciones de enseñar, santificar y regir; que el párroco debe destacar por su sana doctrina, probidad moral, celo por las almas y virtudes. Todo esto se cumplió en el  P. Martín del Campo.

El oficio de párroco lo ejerció en los tiempos de Mons. Manuel Pío López y de Mons. Emilio Abascal y Salmerón. La obediencia al Obispo en turno fue intachable. Nunca desobedeció un legítimo mandato. Su frase célebre en respuesta a las órdenes o peticiones era: “¡Sí Señor!” ¡Qué ejemplo a seguir para todos los sacerdotes!

Como pastor propio de la parroquia de San Jerónimo supo hacer visible el ministerio de Cristo en medio de los fieles y a ellos se prodigó en el cuidado pastoral. Las tareas que hoy llamamos el triple ministerio las supo implementar cabalmente: la predicación, la catequesis a los niños, jóvenes y adultos; la celebración piadosa de la Santa Eucaristía, la adoración de Jesús Sacramentado, la dedicación por horas enteras al confesionario, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús; la visita a los pobres y enfermos, la fundación del Colegio México. Estando en San Jerónimo lo tocó celebrar sus bodas de plata sacerdotales.

Ahí en la casa parroquial vivieron sus padres, don Manuel y doña Anita. También su nana Petronila y la Sra. Reina. A su madre especialmente le enseñó quien era el párroco. Cuando llegaba la hora de comer su madre lo mandaba traer y si estaba confesando se levantaba hasta que terminaba, no cuando su madre decía. Allá en Coatepec sepultó a su madre Anita en el año de 1965 y posteriormente, en el año de 1971, sepultó a su padre, a don Manuel.

La parroquia de San Jerónimo “llegó a ser un modelo de parroquia viva llena de vitalidad religiosa…un centro de espiritualidad y de celebraciones religiosas”. ¡Cómo no iba a ser así si tenían como párroco a un sacerdote adornado de sana doctrina, probidad moral, celo por las almas y grandes virtudes! ¡Tenían un párroco santo!

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