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EN LA ESCUELA DE SAN RAFAEL GUIZAR

San Rafael Guízar y Valencia fue Obispo de Veracruz de 1920 a 1938 y le tocaron vivir los tiempos de persecución religiosa tanto así que parte de su vida como sacerdote y obispo los vivió en el exilio. Siendo ya Obispo tuvo que dejar su amada diócesis de Veracruz y llevar consigo a su seminario a quien llamaba “la pupila de sus ojos”. Con todo y seminario llegó a la Ciudad de México. Su seminario fue el único abierto en toda la República. En estas circunstancias en la década de los 30 fue cuando el joven Juan Manuel Martín del Campo fue llevado por su madre Anita acompañados de la Madre Paz al seminario del Santo Obispo de Veracruz.

El Padre Martín del Campo se formó en la escuela de San Rafael Guízar y los rasgos espirituales del maestro los encontramos en el alumno.

San Rafael Guízar amaba la Eucaristía y la Santa Misa la celebraba con muchísima piedad. A Jesús Sacramentado le dedicaba largos momentos de adoración. Afirman algunos que levitaba. El P. Martín del Campo también tuvo un amor grande hacia la Eucaristía. En los momentos de la consagración, tal era su arrobamiento, que en ocasiones de sus ojos brotaban abundantes lágrimas y es que en la consagración, sacramentalmente volvemos a vivir la pasión y crucifixión de Jesús. Al Sagrario también dedicó muchas horas de oración. Hay una fotografía muy elocuente del P. Martín, hincado, con los brazos en cruz ante el Tabernáculo intercediendo por una comunidad dividida.

San Rafael Guízar tuvo un amor predilecto hacia la Santísima Virgen María. También el P. Martín del Campo. En el escudo episcopal de San Rafael se encuentra al centro el Santísimo Sacramento y de hinojos la Virgen María. En la imagen oficial del V. Siervo de Dios se le representa con un rosario en la mano izquierda y es que en verdad rezaba el Rosario. Decía que las jaculatorias a María eran como “unos flechazos de amor”. Cuando asistía a un moribundo le decía: ¡Le das un beso de parte mía a la Virgen! En los despojos mortales del P. Martín se encontraron 59 cálculos renales ¡las cuentas del Santo Rosario! ¡Llevaba el P. Juan Manuel un rosario dentro de su cuerpo! Esta reliquia se conserva en el Museo de San Rafael Guízar.

El Santo Obispo de Veracruz tenía un amor predilecto hacia los pobres y enfermos y los visitaba con mucha solicitud llevándoles, además del auxilio espiritual, ayuda material como víveres o cobijas. Hay que imaginarse a San Rafael disfrazado asistiendo a los caídos durante las balaceras en esos tiempos de persecución o internándose en tierras sacudidas por el terremoto en enero de 1920. Este amor a los pobres y enfermos lo aprendió muy bien el alumno. El P. Martín también asistía a los pobres y enfermos. En alguna ocasión le dijeron que le estaban viendo la cara de tonto porque quien le estaba pidiendo ayuda no la necesitaba a lo cual respondió: “Ya sé que no la necesita, pero prefiero darle para no ir al infierno”. Una de sus bilocaciones, quizás la última, fue para asistir a un enfermo internado en un hospital. En esos días el P. Martín estaba postrado dado el cáncer de próstata y por lo mismo incapacitado para salir de casa.

San Rafael consagró muchas horas al confesionario. Las visitas pastorales que hacía se convertían en auténticas misiones populares y el mismo Obispo se sentaba a confesar por horas y horas al grado que los sacerdotes que lo acompañaban (más jóvenes y delgados) no le aguantaban el paso. ¡Qué bien asimiló esto el P. Martín! ¡Con razón es llamado el santo del confesionario! Para este ministerio Dios le concedió paciencia, fortaleza y el don de “adivinar” los pecados. En dichas visitas pastorales se levantaba a comer porque el Obispo lo llamaba y si no permanecía sentado en el confesionario.

Estos son algunos rasgos espirituales de San Rafael Guízar que los encontramos en su alumno, el P. Martín del Campo. Sigamos orando por su pronta beatificación y canonización. Hace falta un milagro.

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