“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Es la primera pregunta que le hace Jesús a Pedro cuando se apareció a sus discípulos junto al lago de Tiberíades. A pesar de las debilidades, tropiezos e infidelidades de Pedro, sorprende el cariño con que Jesús se acerca a éste. Sabemos que Pedro se atrevió a reprochar públicamente a Jesús cuando éste empezó a explicar su proyecto; que hizo alarde de ser distinto y mejor; que no fue capaz de velar ni una hora cuando Jesús sudaba sangre en el huerto de Getsemaní; que negó conocer a Jesús y ser uno de sus discípulos. Sin embargo, Jesús no interroga a Pedro sobre ninguno de estos hechos. Lo interroga sobre si lo quiere: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Con esto, Jesús no quiere otra cosa que poner en movimiento las fuerzas más profundas de Pedro, ese entusiasmo que lo había impulsado a seguirlo inmediatamente, ese amor que había manifestado en muchas ocasiones.
Jesús no le pregunta a Pedro sobre sus cualidades, si sabe organizar, si será capaz de salir de situaciones difíciles. Su pregunta tiene que ver con el amor; por eso pregunta por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” A las tres preguntas sobre el amor, Pedro responde: “tú sabes que te quiero”. Y con esto, Pedro sabe que su valía no radica en una conquista orgullosa de la propia fidelidad, sino en que se ha dejado amar por Jesús y quiere responder a este amor.
Cada vez que Pedro contesta afirmativamente a la pregunta, Jesús le dice: ‘Apacienta mis corderos… Apacienta mis ovejas’. Al hablar de corderos y ovejas podemos pensar en la Iglesia, en los fieles, en todos los hombres y mujeres que ama el Señor. Con estas palabras, Jesús no hace otra cosa que confiar a Pedro la misión de pastorear al rebaño. De un modo o de otro Jesús le dice a Pedro: “Tú que has experimentado lo que es el amor y la misericordia, tú que dices que me amas, no dejes de ver por mis pequeños y comunicar a éstos el amor de Dios”.
¿De verdad amo a Jesús como lo amó San Pedro? ¿Manifiesto el amor a Jesús en el amor a mi familia y todos mis semejantes?
Dios nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido, para que, al alegrarse hoy por haber recobrado la dignidad de su adopción filial, aguarde seguro con gozosa esperanza el día de la resurrección. Por Cristo nuestro Señor. Amén.