117785878_922708551554035_8522167468254884767_n
Author picture

¡SI SEÑOR!

En los procesos de beatificación y canonización, además de indagar la vivencia heroica de las virtudes teologales y cardinales por parte de los Siervos de Dios, se investiga si vivieron las virtudes conexas como la humildad, pobreza, castidad y obediencia y otras virtudes. En el caso del Padre Martín del Campo pudimos constatar que vivió todas y cada una de las virtudes mencionadas y las vivió en grado heroico, muy por arriba del común.

Quiero referirme en esta ocasión a la virtud de la obediencia. Las cuestiones que  guiaron la declaración de los testigos durante el proceso diocesano apuntaban al modo cómo el Padre Martín vivió la obediencia a lo largo de su vida: siendo niño, seminarista y sacerdote; si fue obediente para con Dios, para con la Iglesia y la misma autoridad civil; si promovió la obediencia entre los fieles y en concreto entre los sacerdotes. Por ahí iban las preguntas.

El Padre Martín del Campo desde niño fue obediente sin dejar de ser inquieto. Su hermano Fernando le sirvió de mancuerna para las travesuras propias de la infancia. Recordemos aquel momento en se distrajeron por horas viendo los cuerpos de los cristeros asesinados y tirados en el atrio parroquial. Como seminarista fue modelo de obediencia para con su director espiritual y superiores. Los mandados que el Señor Guizar le encomendó los cumplió al pie de la letra. Esas idas y vueltas cargando los víveres para el seminario y pobres estaban marcadas por la obediencia y la honestidad. Como sacerdote siempre fue obediente y promovió entre el clero, religiosas y laicos la obediencia.

Mons. Segio Obeso, testigo cualificado en el proceso informativo, afirma: “yo que fui su superior jamás escuché la más leve oposición, de palabra o con actitudes a las misiones que le encomendé frecuentemente comprometedoras. Como subordinado jamás puso en tela de juicio ni en la práctica, alguna orden que proviniera de sus legítimos superiores. Como autoridad siempre supo escuchar en una actitud de diálogo a quienes convivían con él en el ministerio. No abusó de la autoridad sino que la ejerció con una gran mansedumbre…nunca fue desobediente”. El P. Misael Cruz, Vicario General durante muños años también aporta lo siguiente: El Padre Martín “fue obediente a lo largo de su vida, con sus padres y Superiores. A mí me consta su disponibilidad…Tenía claro que cumpliendo la voluntad de sus Superiores, cumplía la voluntad de Dios. Con la autoridad civil, mostró el debido respeto…promovió la obediencia entre los sacerdotes sobre todo con su testimonio. Nunca quiso hacer prevalecer su propio criterio y esto como consecuencia de su prudencia…en mis veintitrés años de vicario general nunca el P. Martín desobedeció al Obispo, al contrario, el Obispo sabía que contaba con la disponibilidad del P. Martín ante cualquier asunto”. El P. Sotero Domínguez también participó como testigo y del Padre Martín afirma: “Tuvo una obediencia de cruz…Fue admirable en su obediencia. No fue autoritario. Recomendaba ver a Dios en la autoridad eclesiástica. A sus vicarios les tocó más trabajo adaptarse con el sucesor que con el P. Martín…Nunca faltó a la obediencia”. Al  Obispo le respondía ante cualquier mandato o petición: “Sí, Señor” al estilo militar. Prefería obedecer al Obispo antes que al médico. Cuando le recordaban su estado de salud que recomendaba una negativa, él decía “Dios proveerá” e iba a donde lo mandaban. Así fue la obediencia del Padre Martín del Campo.

Sin lugar a dudas el Padre Juan Manuel es modelo de obediencia para con con Dios y para con la Iglesia y en concreto para con el Obispo. “Con el obispo todo, sin el Obispo nada”. Ante los legítimos mandatos debemos consentir y responder como el Padre Martín del Campo: “¡Sí, Señor!”

Comparte este escrito