Author picture

UNA NAVIDAD CON EL PADRE MARTÍN

La fe sin las obras es una fe muerta. Así lo enseña claramente el Apóstol Santiago (cfr. 2,17)  y el mismo Apóstol Pablo en su himno a la caridad afirma que ésta no es envidiosa. La vida de los santos ilustra perfectamente lo anteriormente dicho y todos ellos son “gigantes de la caridad” a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo.

Conociendo la vida del Siervo de Dios, del Padre Martín del Campo, sobran los ejemplos para aplicarle el título antes mencionado. El P. Martín fue también “un gigante de la caridad” como lo fue su gran maestro San Rafael Guízar Valencia. He aquí un rayo de caridad desinteresada en el Siervo de Dios.

El P. Martín del Campo conoció a un judío llamado Samuel Dricht el cual había heredado de sus padres buenos negocios, desgraciadamente (o afortunadamente) los haberes de Don Samuel vinieron a menos a tal grado que llegó a convertirse en un pordiosero y como tal vivía de la caridad de muchas personas, entre ellas el P. Martín del Campo. Sabemos que cuando el siervo de Dios salía de la Catedral para dirigirse al departamento (que era prestado) donde vivía se tardaba una media hora en llegar cuando estrictamente bastan unos cinco minutos. El departamento quedaba literalmente “a la vuelta de la esquina” en la calle de Juárez. Si se tardaba tanto el siervo de Dios era porque en el camino iba ejerciendo la caridad, repartiendo entre los pobres lo que tenía. Así le pasaba a San Juan María Vianney cuando atravesaba el poco trayecto que mediaba entre el orfanatorio “La Providencia” y el curato. Eran muchos a los que asistía.

En una Navidad, después de haber celebrado la Misa y de haber confesado, se encontró a Don Samuel en la calle todo harapiento. Era Cristo mismo hecho pobre. Lo que hizo el P. Martín fue llevarlo al departamento para que se bañara y se vistiera. La ropa, sobra decir, era del mismo Padre Martín del Campo y lo invitó a cenar. La cena desde luego no era lujosa ni previamente organizada dadas las ocupaciones del siervo de Dios. La cena de Navidad era lo que le convidaban y eso cenó Don Samuel, pero fue una cena de caridad y la caridad es la mayor de las virtudes. ¿De que sirve una mesa navideña llena de platillos y hermosos arreglos cuando en ella falta la caridad? El pobre, en este caso don Samuel, era quien daba vida a aquella cena de Navidad.

Sabemos que Don Samuel aceptó la fe cristiana y en su momento recibió los sacramentos de iniciación. También sabemos que aceptó refugiarse en el asilo Sayago donde frecuentemente era visitado por el Siervo de Dios. Don Samuel llegó a decir que antes que era rico no era feliz porque no conocía a Jesús pero que al haber perdido todo tuvo la oportunidad de encontrar la verdadera felicidad. El ejercicio de la caridad es medio eficaz para conducir a los demás a Cristo.

Celebrar la Navidad es celebrar la caridad, el amor de Dios para con nosotros, caridad que debe traducirse en el amor a los más necesitados.

Oremos intensamente a Dios por la pronta beatificación y canonización del Siervo de Dios, Pbro. Juan Manuel Martín del Campo.

Comparte este escrito